Leo de nuevo a Galeano y su Mundo al revés y pienso que pasan los años y seguimos en las mismas.
Nos organizamos políticamente a través de un sistema en el que votamos cada cierto tiempo a representantes en los que delegamos las decisiones sobre los asuntos en los que nos va la vida. Cuando llegan las campañas electorales las personas candidatas nos explican que un mundo mejor es posible y que si ellos o ellas llegan al poder (o continúan en él) harán esto o aquello por el bien común y la vida será más vivible. Estas son las promesas electorales, esas que nos gusta oír, porque nos gusta creer que votamos nuestra opción justificadamente, pero que en última instancia no determinan el resultado, bien porque en el fondo no las creemos, bien porque en realidad no las escuchamos, pues nuestra preferencia ideológica no se basa estrictamente en razones, sino en impresiones y sensaciones. Este es el juego: los políticos hacen promesas electorales y nosotros les votamos sabiendo que no las van a cumplir.
Cabría preguntarse, sin embargo, si es posible cambiar esto. Si es posible hacer que las promesas se cumplan. Y la cuestión es que la cosa está difícil, porque estas promesas normalmente están relacionadas con intereses colectivos, con el interés general, sin embargo, los electos y electas, en su día a día, con quien luego tratan directamente es con personas pertenecientes a diversos grupos de interés que no se representan más que así mismos. Estos grupos, por regla general directamente vinculados a las élites económicas y sociales del ámbito de que se trate (local, regional, estatal, internacional), están muy organizados y disponen de una gran poder mediático. Sus problemas no sólo ocupan un gran espacio en todos los medios, pues tienen el poder de amplificarlos todo lo que quieran, sino que además, son presentados como si fueran problemas de todo el mundo. Esto justifica, de cara a la opinión pública, que los gobernantes se ocupen inmediatamente de ellos, olvidando las “promesas electorales” (después de todo nadie las creía) e invirtiendo los escasos recursos colectivos en defender estos intereses particulares presentados como socialmente prioritarios. Con esto los grupos quedan reforzados y el círculo vicioso está servido.
Una vez cada cuatro años votamos a los representantes políticos, pero nunca votamos a los grupos de interés que supuestamente representan los intereses globales. Estos siguen ahí, y son siempre los mismos, con más o menos fuerza, según quien gobierne, pero siempre los mismos. Cuando las élites están interesadas en el cambio, como en la transición española, el cambio se produce. Cuando no, son capaces de estrangular cualquier intento transformador por poderoso que sea (que coman República, decían las élites conservadoras en los años treinta, dejando secar las cosechas, provocando la miseria de los jornaleros; a propósito de esto muchas veces me pregunto si con la crisis actual en España no estaremos ahora comiendo talante, pero eso es otra historia...).
Por eso, ahora que se acercan las municipales (y algunas autonómicas) deberíamos tener en cuenta a la hora de votar, no sólo las promesas, escuchándolas y tomándolas en serio, sino también quiénes son los grupos de interés que están detrás de cada opción y qué tipo de objetivos tienen y si estos son o no compatibles con estas promesas. Eso por un lado, por otro, los que no formamos parte de estas élites, y además estamos convencidos que de lo que se trata es de que lo público se concentre en solucionar de la forma más justa posible los problemas colectivos, tenemos que seguir poniendo todo nuestro empeño en organizarnos en un gran grupo de interés (hacer ciudadanía activa que se llama) y en usar todos los medios a nuestro alcance (especialmente las redes sociales) para hacernos oír y que nuestros problemas ocupen el espacio que merecen en las agendas y en los presupuestos de quienes gobiernan.
Vota el día 22, eso es fundamental, pero también, y más importante aún, busca a tu gente, únete, di algo, actúa y presiona de manera continuada para que la agenda diaria de los gobiernos de los próximos cuatro años se concentre en cumplir las promesas electorales. Regeneremos la democracia.
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